¡Con cuidado!, duro de corazón, blando de caderas,
trátame con cuidado y caeré sobre mi rostro.
Sólo mis ojos se han extraviado por tu causa,
mi corazón es puro, aunque no mis ojos.
Deja que los ojos recojan en tu semblante
rosas y lirios que juntos se sembraron.
Fuego tomaré de tus mejillas para apagar llama con llama;
cuando esté sediento, allí encontraré agua.
Chuparé tus labios rojos, ardientes como
brasas, y mis mandíbulas serán como tenazas.
Suspendida está mi vida de dos hilos de púrpura
escarlata, de los atardeceres mi muerte.
Hileras de mirra virgen recaman bordado de gala
como las tardes alrededor del mediodía.
Yehuda ha Leví
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